30 agosto, 2018

La emoción.

"Es lo que siento y tengo derecho a sentirme así", me respondió un paciente cuando le pregunté acerca del "tamaño" de su dolor. Coincido en que cada uno tiene derecho a sentirse como quiera, pero eso no convierte en "sana" una emoción. No es acertada sólo porque la sientas. Las emociones sanas responden a criterios objetivos. Y son funcionales, útiles, sirven "para...". Muchas veces la emoción es exagerada. No guarda proporción con lo que sucedió en la realidad, pero sí, con lo que uno piensa acerca de lo que pasó. A muchas personas les cuesta dejar de estar mal porque parten de la idea de que sus sentimientos siempre "están bien". Si piensan que los que les pasó es terrible, piensan, en consecuencia, que sentirse tan mal es lo correcto. Terribilización. Visión de túnel. Abstracción selectiva. Diferentes distorsiones cognitivas que se conjugan para "parir" un pensamiento erróneo: "Lo que pasó es muy grave. No puedo soportarlo." Parado desde este lugar, es imposible que la mente encuentre los mecanismos de defensa, de superación, de cambio, que le permitan afrontar con conductas sanas lo sucedido. Boicoteamos nuestros propios recursos.
La vida, de por sí, suele enfrentarnos con algunas cosas terribles, para sumar otras que no lo son. No vale la pena desesperarse. No es necesario angustiarse, para poder aceptar, superar, resolver, ocuparse de algo. La causa de la emoción puede justificarla, pero no la convierte en útil. Si no te sirve, ¿para qué aferrarte a ella?...Tu dolor no le dá más valor a lo que pasó. Lo que pasó tiene valor en sí mismo. Tenés derecho a sufrir...pero sufrir no es necesario.

Fuente: Mirta Médici- Psicóloga argentina.
Edición de Marie Martínez www.mutismoselectivo-textos.blogspot.com