Los adultos tenemos la costumbre de
hablar delante de los niños sobre distintos temas sin reflexionar sobre sus
efectos. Los niños aprenden de lo que escuchan, sobre todo de sus padres, a
construir su identidad, la imagen de los demás, la manera de ver el mundo que
les rodea, a tener expectativas, a solucionar conflictos, a desarrollar y
controlar emociones, a adquirir valores y creencias, etc.
Además de no privarnos de hablar de
cualquier tema, solemos enfadarnos con nuestros hijos pequeños cuando se le
“escapa” algo que nos ha escuchado decir sobre otras personas, por supuesto,
literalmente o sacado de contexto, tal como lo han entendido.
Es frecuente, en las conversaciones de
los adultos, la crítica a otras personas o a nuestros propios hijos en su
presencia, sin pensar en lo que decimos y cómo lo decimos, con la convicción de
que, o no nos escuchan porque están entretenidos, o no entienden. Sin embargo:
- Los Cuando son pequeños, los niños comprenden más de lo que aparentan, pero no lo suficiente para entender frases complejas que incluyan matices, metáforas, conceptos de cierta complejidad.
- Los niños desde que nacen comprenden mejor el lenguaje no verbal (nuestras expresiones faciales, gestos, el tono de voz…) que, como todos sabemos, es el lenguaje de las emociones. Desde muy pequeños son capaces de captar cómo se sienten los demás, la situación emocional de otro, especialmente de sus padres.
- Comprenden una parte y el resto la “imaginan” reconstruyendo el mensaje con una gran carga emocional.
- No comprenden las metáforas, como en aquella película que el niño, agachado, miraba con mucho interés los pies a una señora y ésta le dice: “¿qué miras?”, el niño contesta “a ver si tienes patas de gallo, como dice mi mamá”.
- No entienden las ironías ni los dobles sentidos.
- No pueden entender que, en un momento de enfado, se pueden decir cosas de las que luego podemos arrepentirnos.
¿por qué no debemos hablar algunos
temas delante de los niños?
Pongamos un ejemplo: los padres están
comentando una conducta o situación que ha ocurrido con uno de los abuelos. Si
mostramos gestos o tono de enfado, el niño vive una situación de
incertidumbre. Alquien a quien quiero ha hecho algo mal, mi mamá o papá están
enfadados con él o con ella. Será porque es malo o mala o se ha portado mal… El
niño puede sentirse culpable porque quiere a su abuela y es mala, se sentirá
triste, deprimido, desconcertado…
Otro ejemplo podrían ser aquellas
ocasiones en las que se nos escapan comentarios sobre la escuela, o sobre su
profesor/a. Sabemos que el vínculo que se establece tiene mucha relación con su
adaptación a la vida escolar y que dicho vínculo tiene una gran carga
emocional. Podemos, inconscientemente, ocasionar un rechazo por parte del niño
a la escuela o, cuando menos, una pérdida de credibilidad en su profesor/a, tan
importante para su adaptación y bienestar.
Por otra parte, hablar del otro cónyuge
delante de los niños, genera situaciones dramáticas en los casos de separación
matrimonial. ¿Cómo nos sentimos los adultos ante dos personas a las que
queremos y que se separan? ¡Qué difícil nos resulta mantener nuestro afecto intacto
hacia las dos personas! solamente necesitamos ponernos en lugar de los
niños pequeños que no pueden comprender las razones, separar las emociones que
siente cada uno, comprender su rol y analizar los afectos propios y ajenos.
Este sería un tema para tratar con mayor detenimiento por su complejidad e
importancia.
QUÉ HACER:
Ø Pensar antes de
hablar en presencia de los niños. Actuar como si llevásemos una
grabadora y escuchar nuestras palabras.
Ø Si tenemos que
discutir sobre algún tema que no puedan entender o no deban oír, hacerlo
cuando ellos no estén delante. En muchas ocasiones, ese tiempo que
pasa nos ayudará a reflexionar.
Ø No hablar de ellos en
su presencia de sus defectos o de nuestras preocupaciones ya
que los temas que hablamos con otros es atención extra que les dispensamos. Por
ejemplo, si está llamando la atención en la comida, no debemos hablar de lo mal
que come. Y viceversa, hablar de “lo contentos que estamos” porque ha aprendido
algo o porque ha hecho algo positivo o adecuado.
Ø Ponerse en su lugar. Cómo nos
sentiríamos si estamos escuchando una conversación sobre nosotros, en un idioma
del que solamente comprendemos algunas palabras pero vemos que las expresiones
son de disgusto. Cómo nos sentiríamos si nuestro jefe está comentando con un
compañero lo mal que hemos realizado un trabajo o sobre nuestros defectos.
Ø Comunícate con tus
hijos pequeños con lenguaje claro y directo.
Ø Exprésate con los
demás y con tus hijos en términos descriptivos, procura utilizar
pocos adjetivos. Por ejemplo sería adecuado decir: “mi amiga….ha llegado tarde”
Y NO “mi amiga….es una ………”, o decir: “la paella hoy no estaba tan buena como
otras veces” Y NO “tu madre es mala cocinera”.
Ø Utiliza el lenguaje
para enseñarle a ver cosas positivas de sí mismo y de lo que le rodea y
no lo negativo. Por ejemplo, si se te ha caído algo al suelo puedes decir “se
me ha caído porque lo había colocado mal, voy a recogerlo”. De esta manera le
enseñamos a utilizar las “autoinstrucciones”. Si decimos “soy muy torpe” los
pequeños aprenden que son torpes cuando algo se cae, en consecuencia, a
construir autoimagen negativa y a asumir la torpeza. No a corregir los errores
mediante autocrítica saludable.
Ø Utiliza las
conversaciones con los demás para potenciar lo positivo de tu hijo/a destacando
sus conductas (o cualidades) adecuadas. No hay que olvidar que la autoimagen se
construye con la imagen que nos devuelven los demás sobre nosotros mismos.
Ø No compares a tus
hijos en su presencia, es una manera de fomentar los celos. Acepta sus diferencias y, cuando
hables de ellos, destaca sus buenas cualidades. Esto ayudará al niño/a a
sentirse aceptado como es, a crecer y mejorar como ser humano.
Ø Procura ser
coherente entre lo que dices delante de tus hijos/as y lo que haces.
La incoherencia genera incertidumbre.
Ø Cuidado con las
discusiones entre adultos (insultos, agresiones verbales) delante de los hijos.
Ø Lo que dicen los
padres tienen mucho poder sobre los hijos. Esto es cierto a todas las edades
pero sobre todo cuando son pequeños. Lo que sembramos en las primeras edades se
mantiene cuando son mayores aunque aparentemente no nos escuchen.
Ø A través de lo que
oyen de los adultos aprenden a afrontar conflictos o a huir de ellos, a tener
expectativas positivas o negativas de los demás, a ceder y a defender sus
derechos y a configurar una imagen del mundo positiva o negativa.
Conclusión:
Tenemos que ser muy cuidadosos en los
temas que hablamos delante de los niños, ya que:
A veces los adultos son incoherentes
entre lo que hablan y lo que hacen.
Lo que hablamos revela una forma de
percibir y relacionarse con el mundo que nos rodea.
Lo que escucha el niño configura sus
creencias y la imagen de sí mismo y de los demás, desarrolla expectativas
positivas o negativas, influye en su estado emocional.
NO DEBEMOS OLVIDAR LA VULNERABILIDAD EMOCIONAL DE
LOS NIÑOS EN LAS EDADES TEMPRANAS. EL LENGUAJE ES PODEROSO PARA LA CONSTRUCCIÓN
DE VALORES. LOS NIÑOS APRENDEN DE LO QUE VEN Y ESCUCHAN ESPECIALMENTE DE LOS
ADULTOS MÁS SIGNIFICATIVOS PARA ÉL/ELLA. MERECE LA PENA PONER UN ESPECIAL
CUIDADO Y REFLEXIONAR SOBRE ESTE TEMA.
Fuente: Informe de la psicopedagoga Julia Letosa.
Edición por Marie Martínez.
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