Para comprender mejor la ansiedad y el pánico, suele
ser útil analizarlos en sus tres niveles: el biológico, el cognitivo y el
conductual.
✅COMPONENTE
BIOLÓGICO DE LA ANSIEDAD: incluye las sensaciones internas que podemos notar
cuando estamos nerviosos, como: temblor, mareo, taquicardia, flojedad en las
piernas, etc.; que en las crisis de pánico alcanzan una intensidad mayor por el
mecanismo del círculo vicioso. Las sensaciones temidas varían de unas personas
a otras. Así, quienes temen sufrir un infarto, suelen temer las sensaciones de:
taquicardia, palpitaciones, opresión o dolor en el pecho, etc.
✅COMPONENTE
CONDUCTUAL DE LA ANSIEDAD: incluye la tendencia a evitar, huir, escapar, buscar
ayuda y hacer cualquier cosa que pueda ayudarte a librarte del
"peligro".
✅COMPONENTE
COGNITIVO DE LA ANSIEDAD: se refiere principalmente al conjunto de creencias,
pensamientos e imágenes, con contenido de peligro; la creencia de que las
sensaciones temidas son algo terrible, que no puede soportarse. Estos
pensamientos se producen en forma automática, es decir, involuntaria, una vez
que se pone en marcha el círculo vicioso de la ansiedad.
Los tres componentes (el fisiológico, el conductual y
el cognitivo) se hallan siempre presentes cuando se activa un estado de
ansiedad, y cada uno de ellos influye en activar o desactivar a los otros. Pero
se ha demostrado que el componente principal es el de los pensamientos,
imágenes y creencias.
La activación de la crisis de ansiedad / estado de
pánico o sistema de alarma es la reacción natural del organismo ante una
amenaza grave e inminente que pone en peligro la supervivencia. Su objetivo es
el de protegernos, preparándonos para la lucha, la huida o la búsqueda de
ayuda.
La reacción de pánico ante una situación de peligro
real, es un mecanismo de supervivencia que resulta muy evidente cuando los
humanos tienen que afrontar formas de vida más peligrosas que la nuestra, como
ocurría a nuestros antepasados, los hombres primitivos.
Pero, incluso en nuestro ambiente, a veces resulta
esencial que al enfrentarnos con una amenaza vital reaccionemos en forma
automática para ponernos a salvo.
Como es lógico, ese mecanismo -con el que nos ha
dotado la naturaleza para ayudarnos a sobrevivir- no supone en sí mismo ningún
peligro; es decir, el pánico no nos puede producir ningún daño. Esto se ha
comprobado en numerosas investigaciones, y si tu problema persiste desde hace
tiempo y has experimentado muchas crisis, habrás comprobado por ti mismo que
nunca le han hecho ningún daño, más allá del miedo.
Así pues, la función del pánico es ponernos a salvo
cuando nos hallamos ante un peligro real ya que, además de impulsarnos a huir o
a buscar ayuda, también hace que aprendamos a evitar, en el futuro, las
situaciones peligrosas que lo desencadenan.
El único problema con tus crisis de ansiedad es que tu
reacción de alarma se pone en marcha sin que exista un peligro real. La pones
en marcha tú mismo al interpretar como peligro unas sensaciones que son
normales en la ansiedad, y que se incrementan porque aumenta tu ansiedad al
pensar que estás en peligro.
Por eso, el principal objetivo de un tratamiento para
el trastorno de ansiedad es que dejes de hacer falsas evaluaciones de peligro,
para que no se active tu sistema de alarma-pánico cuando no te halles en
situación de peligro real. Esto lo conseguiremos rompiendo la parte del círculo
vicioso que te lleva a evaluar como amenazadoras las sensaciones normales que
todos notamos cuando estamos nerviosos.
Cuando aprendas a experimentar esas sensaciones, sin
hacer interpretaciones catastrofistas, ya no se producirá el círculo vicioso y,
por tanto, tus sensaciones de ansiedad se mantendrán en los niveles normales y
deseables que experimenta cualquier persona sana.
FUENTE: Guía para el paciente- El trastorno de pánico-
ansiedad- Lic. Marcelo Agustín Mombelli.
Edición de Marie Martínez.